Un nuevo lugar para ir por unas pizzas o una
picadita, cerveza fría, buena atención y precio. Pipí-Lulú recomienda la pizza
y la tabla de fiambres. Y si no nos apetece cenar allí, porque estamos con niños
en cochecitos y la vereda irregular nos trae dolores de cabeza o, quizás, no
queremos quedar cieguitos con la mega pantalla que proyecta Crónica TV, no hay
problema, pedimos un delivery a domicilio o vamos al local a retirar el pedido
que disfrutaremos más a gusto en el sillón de casa mirando una peli. Y si a la
salida nos dejamos tentar por algo dulce, la heladería Vizzio, frente a la
plaza Irigoyen, es la compañera ideal para completar nuestra cena.
Lo dijimos apenas inaugurado y lo reiteramos: estos
chicos sí que saben imponerle estilo a un restaurante. Este lugar sí que tiene onda y
una carta de pequeñas grandes exquisiteces: el sanguchito de carne con criolla
y rúcula, la pizza de papa con romero (vale decir los primeros en imponerla en
la ciudad), las meriendas de campo y el postre “bolívar”. Sólo que el afán
bolichero le ha ido ganando terreno a la buena atención, y mozas, mozos y
encargados de turno, todxs por igual, prefieren el pispiriteo adolescente a
llevarle a tiempo su plato al comensal. Ni hablar de los saltitos y
contorsiones que unx debe realizar al querer pediruna nueva cerveza o la cuenta.
No es que se vaya a fundir por este pequeño detalle,
miles de comensales platenses hacen cola para comer en todo turno… pero también es sabido que no somos muy exigentes a la hora de defender nuestros
derechos del consumidor.
Y además debemos decir que Pipí-Lulú en una cena
reciente, muy a disgusto suyo, tuvo que pedir que por favor bajaran el volumen
del partido de fútbol que se proyectaba a toda pantalla y que NADIE estaba
mirando —que sólo algún aburrido ojeó de refilón cuando reconoció la
palabra gol (a todo volumen) entre el bullicio del bar—. Por favor Bolívar, no
caigamos en el futbolerismo audiovisual teniendo un bar tan monono para ir a
disfrutar de una cena con amigxs.
Qué bien le vino a la
ciudad Camelia (50 e/ 10 y 11), ese lugarcito de tés y panecillos donde uno
puede comer en un ambiente luminoso, decorado con mano artesana y creativa;
donde tazas, platos y teteras son de los más diversos colores y estilos y hacen sentir especial cada almuerzo o merienda.
La carta ofrece tortas, alfajorcitos, arrollados o sándwiches, hechos a “escala
humana” (por opocición a industrial) y nunca son los mismos, por más de que lleven el mismo nombre. La
cocina a la vista juega un papel esencial: podemos ver a lxs cocinerxs sonreir,
transpirar y preocuparse; nos gusta.
En sus comienzos, Camelia no
tenía carta, las mozas trataban de memorizar lo que había y muchas veces
la mejor forma de saber qué comer era acercarce al mostrador a ojear la
variedad de recetas recién horneadas; ahora, con carta de tés y de comida, la
cosa no ha variado tanto, porque finalmente uno termina preguntando de qué se
trata cada té o exquisitez del día. Sí, a Pipí-Lulú
le encanta abrir la puerta de Camelia y dejarse llevar por el aroma a recién
horneado, a cardamomo, menta o canela. Así que le pedimos a la gente de
Camelia: crezcan, progresen, pero nunca jamás se reiteren,
porque la creatividad de sus detalles y recetas es lo que nos invita a volver.
Y como Pipí-Lulú cree que siempre se puede mejorar, avisa a las abuelas y
a lxs chicatxs que deben llevar las gafas en la cartera, porque el tamaño de la
letra de la carta es sólo apto para vistas de lince. Y para los poco dulceros, alertamos que a veces los licuados y limonadas se exceden en dulzor (aunque los mozxs han
sabido muy atentamente resolver el problema). Por último, debemos aclarar, que
si algún día están apurados y tienen 10 minutos para pedir algo y salir
corriendo, pueden llegar a sentirse como Alan Rickman en la película Love Actually comprando un regalo para
su amante:
Camelia no es para estar
apurado, es un lugar para ir con amigxs, la madre, la tía o la abuela y
disfrutar, solos o acompañados, de una mañanita o tarde platense.
Falkner
es un lugar que si habláramos de hombres sería el cumplidor: no te deslumbra
pero cumple, no te sorprende pero la pasás bien, no es un amor alocado pero estás a gusto con su compañía, de la mano de una varieté de cervezas, de lo mejor en
cerveza artesanal y tirada de la ciudad. Y como Pipí-Lulú tampoco anda ya para
tanto trote, lo recomienda.
Porque Falkner cumple ¡y esas pintas sí que
dignifican!
A tener en cuenta: no apto para peatones.
Para
ir escuchando hasta llegar al encuentro…El Banquete by Virus on Grooveshark