domingo, 24 de junio de 2012

Lo que no te puede pasar un feriado

Con las disculpas del caso por no haber podido postear esta crónica patria con anterioridad y con la intención de prevenirlos para futuros feriados, les contamos cómo nos fue el 25 de mayo en busca de un plato autóctono.

25 de mayo. Salida con pareja y madre, la mitad de los restaurantes cerrados por la fiesta patria. A la madre, que invitaba, se le antojó guiso de lentejas y, por el aburrimiento de dar vueltas y vueltas sin encontrar un lugar abierto, ella recordó que alguna amiga le había contado que en La Trattoría servirían el tradicional guiso. Y allí fuimos. 
Buena atención ­—como recordábamos— pero algún cocinero flojo de pulso dejó en claro que se le había caído el salero entero encima de la preparación. Excesivo, muy excesivo de sal, incomible al gusto de Pipí-Lulú que pidió cambio de plato por una pasta al fileto. Pero, hete aquí, que la salsa estaba dulce y ácida. ¡Qué abanico de sabores para nuestras contrariadas papilas gustativas! Así es, los cocineros al reconocer la acidez de su creación se conformaron con llenarla de azúcar dejando como resultado una salsa fileto dulce con dejos de tomate ácido que nos llevó a limpiar cada raviol y, acto seguido, bañarlo con mucho queso rallado (y sí, Pipí-Lulú tenía hambre). Y es exactamente esto lo que NO PUEDE PASARTE. Pero pasa, queridos comensales platenses, pasa, y el restaurante estaba lleno y la gente seguirá yendo, no dirá nada sobre la sal ni sobre el azúcar y finalmente nos olvidaremos y regresaremos otro día, como aquel de “La vida te da sorpresas”, para caer nuevamente en la trampa y aburrirnos con la carta chata del restaurante con menos onda de esta ciudad.


Epílogo
Porque creemos que en La Plata también pasan cosas buenas, para compensar, fuimos al día siguiente a escuchar a Caminantes de Finisterre a Ciudad Vieja; mucha gente, no pudimos entrar. Bien por los Caminantes, mal para Pipí-Lulú que, empecinadas con no volver a casa a ver una peli, nos quedamos con poco abrigo comiendo tras el vidrio y escuchando música celta en compañía de una pizza a caballo y una cerveza roja artesanal, una buena opción para pasar la noche de un frío sábado de otoño.



No hay comentarios:

Publicar un comentario